domingo, 18 de septiembre de 2016

Valorate

En una conversación, un hombre le hace a una mujer la siguiente pregunta:
- ¿Qué tipo de hombre estás buscando?

Ella se queda un momento callada, y luego le preguntó:
- ¿En verdad quieres saber?

- Sí, respondió él.

Ella empezó a decir:
- Siendo mujer de esta época, estoy en una posición de pedirle a un hombre lo que yo no podría hacer sola. Tengo un trabajo y pago todas mis facturas.

Me encargo de mi casa sin la ayuda de un hombre, porque soy económicamente independiente y responsable de mi administración financiera.

Mi rol ya no es el de ama de casa dependiente de un hombre. Más bien, yo estoy en la posición de preguntarle a cualquier hombre,

¿Qué es lo que puedes aportar en mi vida?

El hombre se le quedó viendo. Claramente pensó que ella se estaba refiriendo al dinero.

Ella sabiendo lo que él estaba pensando, dijo:
- No me estoy refiriendo al dinero. Yo necesito algo más.
Necesito un hombre que luche por la perfección en todos los aspectos de la vida.

Él cruzó los brazos, se recargó sobre la silla y mirándola le pidió que le explicara ese detalle.

Ella dijo:

Yo busco a alguien que luche por la perfección mental, porque necesito con quién conversar, no necesito a alguien mentalmente simple.
Un hombre que luche por la perfección financiera, porque, aunque no necesito ayuda económica, preciso de alguien con quien coordinar los dineros que entren en nuestras vidas.

Yo busco un hombre que luche por su individualidad, que tenga la libertad para salir a volar y regresar responsablemente a su nido, porque
enriqueciéndose a sí mismo tendrá algo maravilloso que regalarme cada día.

Un hombre suficientemente sensible para que comprenda los momentos que yo paso en la vida como mujer, pero suficientemente fuerte
para darme ánimos y no dejarme caer.

Estoy buscando a alguien a quien yo pueda respetar, partiendo del respeto que él mismo se gane con el trato, el amor y la admiración que me dé.

La mujer debe ser compañera del hombre, ni menos ni más... Para que juntos forjen una vida en donde la convivencia los lleve a la felicidad.

Cuando ella terminó de hablar lo vio a los ojos, él se veía muy confundido y con interrogantes.

- Estás pidiendo mucho, le dijo él.

Ella le contestó: "Yo valgo mucho"


"El corazón vacio del ser humano"

Existió una vez, un día cualquiera, de un mes no recuerdo en este momento, y en un año que ya creo que se perdió en la inconsciencia, un ser, que decidió enamorarse de una bella flor, y se lanzó al jardín, sin más, sin saber si existían espinas en él y sin saber lo que podía encontrase, sin mirar atrás, solo con su ilusión,  sus ilusiones entre las manos pero él, con audacia y valor allá voló tras las ramas hasta llegar a la flor.

Los días siguientes fueron días prósperos y de ilusiones inmensas, cada día para este ser, eran solo amaneceres, solo preciosos resplandores que únicamente se oscurecían y nublaban cuando se abrazaba  y se escondía bajo su bella amapola roja, el reloj para él no tenía horas, no había noches, ni días, ni madrugadas todo era un bello paraíso lleno de luz y de color.
Para él los amaneceres eran suaves roces con los pétalos de su amapola, las tardes le regalaba sonrisas y miradas llenas de ternura hacia su flor, y en las noches, enmudecía al oírla dormir, y su sueño, era también el de él, para el no existía el viento, si no era el aire que inspiraba de su florecilla mientras dormía, no existía la lluvia sino el rocío de la mañana al despertarla, ni tampoco oscuridad, sino la penumbra de cuando se acurrucaba junto a los pétalos de su amada, y todo para él eran sueños.
Así, pasaron muchos días,  muchos meses en donde este ser, seguía desviviéndose por su amapola  entregándole y regalándolo todo lo que poseía, todo lo puso a su merced pero veía que algunas noches, parecía marchitar, y él, sofocado no sabía que hacer para que no perdiera su flor el color, e intentaba cada noche crear un abrazo nuevo, la acurrucaba más entre sus brazos, imaginaba besos, creaba paraísos nuevos para su amapola, algo que le devolviera la ilusión, pero ante la impotencia del ser y el caso omiso de la florecilla por mejorar y regalarle algún aroma alguna tarde abandonada, con eso solo se conformaba, cada día iba marchitando más y más, y no le hacía caso no quería creer en él, en sus amaneceres, en sus sueños, en aquellas promesas que juró una noche mientras miraba al cielo, en la felicidad que le prometió aquel día de marzo, en aquellos castillitos de arena que tenía construido y que cada día él mismo veía que se iban cayendo, como también veía, que la amapola no quería tomar el sol, ya no quería el rocío de la mañana, sino sus lágrimas, como tampoco quería el tacto de sus manos sobre ella, porque para ella se convirtieron en arañazos.

Ante la impotencia, y al ver que no sirvió de nada todo lo que le había entregado, a no lo amaba, se cansó de él, cuando se lanzó a aquel jardín lleno de espinas, cuando no miró hacia atrás a la hora de volar, todo esos recuerdos lejanos, ya no los recordaba, no recordaba los besos durante tantas noches, ni la marca del carmín de sus labios sobre el rostro de aquel ser, todas las promesas, las risas, los momentos de ternura mientras dormían entrelazados, ni cuando le cosquilleaba bajo los pétalos, tampoco cuando le juraba que nunca la dejaría, que siempre se amarían hasta el infinito de la vida, ni tampoco cuando la invitaba a dormir con él, esos recuerdos y  experiencias quedaban atrás olvidadas y pasadas, que el tiempo las iba enterrando con el pasar de los días, y así se encontró nuestro ser.
Vacío, solo, defraudado e impotente por ver que su flor se marchitaba y moría  como ya no era roja sino pálida y él amándola como la amaba y como por siempre la amará, no podía hacer nada, puesto que ella había decidido tomar ese rumbo  no hubo otra opción que dejarle su camino donde ella misma día a día se estuvo labrando al descubierto su propio destino y su propia andanza. Ella no podía amarlo como el la amaba y como realmente quisiera poder ser amado por aquella flor.


Lo que quiero dar a entender es que cuando se ama no existen fronteras, ni muros que impidan ver lo que existe a través de él, y decir solo que hay que "cuidar el amor" cuando verdaderamente se ama,  alimentarlo día a día, porque si de verdad es amor, este, debe ser mutuo y no solitario.